sábado, 16 de abril de 2011

Comentario del capítulo VIII

VIII. CULTURA Y COMUNICACIÓN MASIVA. LA RADIO Y LA TELEVISIÓN MEXICANAS.

El papel de la radio y la televisión ha sido determinante en la formación de la opinión y los gustos del público mexicano. A través de la historia, los contenidos mediáticos se han empeñado en mantener valores específicos, con el objeto de mantener la unificación ideológica y evitarle problemas al Estado. Asimismo, con la propagación de los medios de comunicación entre diferentes clases sociales,  la programación (televisiva sobre todo) se ha ido adaptando a los intereses de cada grupo, creando así nichos audiencia a los que ofrece productos específicos. De aquí, se deduce que el principal objeto de la televisión y la radio es crear audiencias para su clientela empresarial; por eso las televisoras han optado por trasmitir contenidos popular y fácilmente digeribles para mantener la atención de grandes públicos.

Creo que la libertad con que los medios manejan su contenidos es producto -como lo señala el autor- de la desidia del gobierno mexicano por normar las funciones de estas ya como empresas públicas, ya como empresas privadas. De la primigenia alianza recíproca entre Estado y medios de comunicación, los últimos se fueron trazando su  propio gracias a las concesiones estatales, y se consolidaron monopolios respaldados por las políticas estatales. Así pues, en el caso de la televisión abierta, las opciones de programación se han limitado a los designios de dos televisoras.

La principal consecuencia de la monopolización de los contenidos televisivos es -creo- la instauración de una realidad aparente en la consciencia del público. Siendo que la televisión es para muchos mexicanos el principal contacto con el mundo exterior (fuera de su entorno social), las televisoras tienden a recrear “realidades” más o menos distorsionadas que el sujeto común no puede (o no quiere) disociar de los hechos verdaderos.  En este contexto se dan las condiciones propicias para la manipulación de masas, la desinformación, la imposición de intereses privados, etc.
    
Así pues, creo que las dos soluciones principales para contrarrestar  la monopolización de los contenidos  televisivos, y su  sucesiva influencia en el público, son la educación  y la diversidad de opciones. En la medida en que se formen públicos más críticos, más capaces de disociar la realidad de la “realidad televisiva”, y los contenidos se diversifiquen de acuerdo con criterios de calidad más altos, creo que  la influencia negativa de los contenidos televisivos se irá atenuando.      

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