jueves, 14 de abril de 2011

CAPITULO I.  ALGUNAS APROXIMACIONES A LA CULTURA  (SI ÉSTA SE DEJA)

El papel del cine como motor del desarrollo cultural en México es cada vez más importante. Durante el siglo XX –señala Monsiváis- los contenidos cinematográficos influyeron profundamente en las costumbres y concepciones de la sociedad mexicana. En sus primeros años  el cine no fue más allá de ser un simple pasatiempo. Después, el estado se dio cuenta de su potencial propagandístico, y lo utilizó en pro del fortalecimiento de los valores nacionales. En los 60 la generación la generación seguidora  de la Nouvele Vague  redescubre el cine como medio propicio para la convivencia cultural (cine –clubes). De ahí la cultura del cine crece paulatinamente, primero entre los individuos de clases altas, y después entre los de clase media ilustrada.
Actualmente las influencias del cine son variadas entre los grupos de la sociedad mexicana. Los clásicos del cine se reeditan en DVD y llegan a las nuevas generaciones con mucha facilidad. La piratería democratiza la distribución de obras cinematográficas de todo tipo, lo cual facilita el contacto con más sectores de la población. Asimismo, ante la creciente desconfianza de los discursos emitidos por la televisión y la radio, el cine se  convierte en un poderoso generador de realidades ideales.
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CAPÍTULO II.  LOS VALORES DE LA CIENCIA EN EL SUBSITEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR

Los valores tradicionales que dieron rigor y respeto a la ciencia (universalidad, comunidad, desinterés, escepticismo organizado y libertad académica) están siendo sustituidos con abrumadora rapidez por los valores y costumbres propias del “capitalismo académico”.  Tanto en las instituciones de educación superior, como en los centros de investigación se observa una alarmante tendencia hacia la mercantilización del saber científico como “instrumento de poder”.
Las instituciones educativas son –señala el autor- “depositaros de la ciencia y la tecnología como bien público”. (77). Por lo tanto, su deber primordial es salvaguardar el conocimiento científico de los intereses puramente económicos de particulares.
Dichas responsabilidades se ven muchas veces descuidadas a causa de la falta de recursos económicos con que cuentan muchas instituciones educativas.  Los científicos e investigadores que laboran ellas, por tanto no reciben unos salarios insuficientes para cubrir sus necesidades de trabajo y desarrollo.  Tal situación deviene en la anulación de la ética científica a favor del valor económico del conocimiento científico generado.

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