miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulos III y IV

CAPÍTULO III. LAS INSTITUCIONES CULTURALES: LOGROS Y DESAFÍOS.
La  burocracia impuesta por las instituciones encargadas de gestionar las actividades culturales en México (INAH y INBA) han sido –creo- una de la escases de espacios para el desarrollo cultural. Es evidente la necesidad de una reforma cultural que renueve las relaciones entre las instituciones culturales y los contextos sociales en que pretende influir. La sociedad actual es compleja y heterogénea, sus integrantes responden a estímulos más o menos iguales, pero las  necesidades de estos dependen del grupo socio-económico al cual pertenecen.
Considero  imprescindible pues que los funcionarios encargados de establecer los programas culturales estén conscientes de las características y necesidades particulares de los grupos a los que dirigen sus políticas. No basta con auspiciar actividades que fomenten la cultura entre los ciudadanos, si estas están fuera de su órbita intelectual y/o espacial. La cultura debe llegar al ciudadano común en formas que lo inciten a conocerla, y en lugares donde puedan acceder fácilmente a ella.
En mi opinión, la cultura debe ser fomentada entre los ciudadanos desde que estos cursan los niveles básicos de educación (primaria y secundaria), con el objetivo de convertirlos en espectadores activos que, al mismo tiempo que gozan de una obra, sean capaces de emitir un juicio coherente y bien fundamentado sobre el “discurso” artístico que tienen enfrente.
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IV.SOBRE EL CONCEPTO DE CULTURA, LOS DERECHOS HUMANOS Y LA ANTROPOLOGÍA
Después de la Segunda Guerra Mundial, la preocupación primordial de los países vencedores fue cortar de tajo el fanatismo ideológico que había propiciado el nacimiento de aberraciones nacionalistas tales como el fascismo italiano y el nazismo alemán.  Ambos regímenes habían demostrado el peligro que para el orden mundial representaba el nacionalismo exacerbado.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos respondió pues al deseo de la ONU (o de los países vencedores) de “combatir los dogmatismos pseudocientíficos y salvaguardar las libertades civiles frente a los Estados totalitarios y los nacionalismos excluyentes”. (119).  Y en lo referente a la cultura, se pregonó el derecho de toda persona a participar libremente en la vida cultural de su comunidad; lo cual suponía la intervención del Estado y la sociedad para salvaguardar dicho derecho.
Paralela a la concepción de cultura de la ONU, la antropología historicista y la funcionalista consideraban que cada cultura era esencialmente única en el mundo y por ende no podían reglamentarse sus actividades de acuerdo con normas supuestamente universales. De aquí que –como señala el autor- la AAA considerara a la Declaración como una expresión de las intenciones de las “fuerzas dominantes”.

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